12/4/10

Fragmento de "El príncipe" de Federico Andahazi.

     
      "La materia del príncipe debe estar constituida por la misma substancia de la que están hechas las promesas. El valor de la promesa no ha de estar dado por su cumplimiento, sino, al contrario, por su dilación indefinida en el tiempo. Una promesa cumplida genera en el vulgo, al contrario de lo que indicaría el sentido común, una profunda decepción. No existe obra más magnánima que aquella que reside en la imaginación. La realidad nunca puede superar en perfección a la idea. De manera que cuanto más ideales e irrealizables sean las promesas, tanto más fuerza tendrá en las ilusiones del vulgo. Siempre será mucho más tenido en estima aquel que se presente como un idealista soñador que el que concrete en la realidad sus obras que, irremediablemente, siempre se verán más torpes y deslucidas que la idea que de ellas había generado. Una mujer siempre es más bella, más sublime y deseada mientras nos es ajena. Su encanto disminuye ni bien conseguimos tenerla en nuestros brazos. A tal punto esto es innegable que las propias Tablas de la Ley nos prohíben, no ya a la mujer del prójimo, sino al propio deseo sobre ella. Un objeto nos será apetecible cuanto más se dilata nuestra espera y, al contrario, se desvanecerá el interés sobre él tan pronto como lo poseamos.
      La propia figura del príncipe deberá obedecer a este principio. Tendrá que entregarse al vulgo con la misma etérea perfidia de una mujer fatal. Alternativamente deberá mostrarse enamorado de sus súbditos y, al día siguiente, evasivo y escurridizo del fervor popular. Nunca un amante puede mostrarse posesivo y mendicante de amor. El príncipe debe proceder como el amante perfecto: si para conservar la estima del vulgo tiene que posponer el cumplimiento de una promesa, habrá de estar dispuesto, también, a privar al vulgo de su propia presencia para hacerla infinitamente más deseable."

Fragmento de "El príncipe", de Federico Andahazi, Año 2000.

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