31/5/10

"Te regalo una alegria" de Susan Squellati Florence.

Es bueno creer que nuestra vida cambiará al mundo... pero es mejor saber que, aun de manera muy leve, todos los días vamos dejando una huella a nuestro alrededor.
Es importante hacer que las cosas ocurran, pero también es importante permitir que las cosas ocurran.
No interesa tanto que seamos jóvenes o viejos, como que seamos abiertos o cerrados.
Es bueno lograr el éxito ante los ojos del mundo. Mejor aún es saber que el verdadero éxito, el interior, sólo puede verse con el corazón.
Es grato ocuparse de cosas muy importantes y relacionarse con gente brillante. Tambíen es muy reconfortante estar a solas con uno mismo... y no hacer nada.
Los sueños son fundamentales para nuestra vida y algunos se hacen realidad... pero recuerda siempre que el universo también nos reserva sueños desconocidos y perfectos.
Es bueno dedicar tiempo a la conquista de nuestras ambiciones. También es bueno tomarnos el tiempo para poder ver que muchas cosas que deseábamos... ya las hemos obtenido.
Somos muy afortunados si poseemos cosas materiales que nos hagan felices... pero lo más importante que tendremos siempre vive en nuestros corazones.
Es bueno rodearse de gente y compartir los momentos especiales. Es todavía mejor gozar la intimidad del encuentro a solas con un amigo.
Es bueno ser capaces de recibir... pero es mejor dar, porque el misterio del amor reside en que cuanto más entregamos, más poseemos.
Es una alegría ver el sol elevándose por la mañana. Una alegría aún mayor es sentir que el sol amanece en nuestro corazón y brilla cuando comenzamos un nuevo día.
Es maravilloso que un árbol frondoso crezca en nuestro jardín. Es todavía más maravilloso que un árbol se desarrolle en nuestro interior... que eche raíces y nos comunique con todo lo que crece sobre la Tierra, que sus ramas alcancen las nubes, para así recordarnos nuestro lugar en el cielo.
Es magnífico que las flores se abran en nuestro jardín. Pero es aún más hermoso florecer nosotros mismos... ser abiertos, vulnerables, receptivos... y entregar nuestros propios dones al universo.

Cecilia Curti

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